martes, 1 de marzo de 2016

Vida de San Charbel: Llamado de Dios


Vida de San Charbel

Llamado de Dios

Una día de 1851 Youssef abandonó la casa de su madre sin avisar a nadie, era tan de mañana que ninguno de sus familiares se percató de la partida. Él sabía que al informar sus propósitos tal vez tratarían de convencerlo de desistir, empezando por su tío Tanios a quien ayudaba en las labores y que consideraba que su sobrino era más útil trabajando para su familia que enclaustrándose en el monasterio. 

Sin dejar de pensar en la pena que causaría a su madre —pues a pesar de ser tan devota no sería fácil para ella aceptar que su hijo se entregara en cuerpo y alma a Dios— se sintió alentado y aliviado por su único objetivo: SER UN SIERVO DE DIOS, y mientras meditaba le parecía escuchar las palabras de sus tíos ermitaños sobre la satisfacción que sentían al haber renunciado a la vida mundana para estar más cerca de Dios. 

El destino que se había trazado era uno de los monasterios más importantes de la Orden Libanesa Maronita: Nuestra Señora de Mayfouq. El camino fue largo y cansado a pesar de que no llevaba consigo equipaje salvo lo que tenía puesto, pues hasta en eso trató de imitar a Jesús, para ello basta recordar que cuando mandó a sus discípulos a predicar por diferentes ciudades les dijo que no llevaran más que la ropa que vestían y las sandalias que calzaban.

Youssef llegó al monasterio hambriento y sediento y, tras refrescarse en la fuente que ahí se encontraba, fue conducido con el superior, quien al cuestionarlo sobre su presencia en ese lugar, respondió con humildad: "La gloria de Dios y la salvación de mi alma."

El superior le hizo ver que la vida monacal no era sencilla, que se renunciaba al mundo exterior, se cambiaban las comodidades por la austeridad y que debían cumplir con tres principios inquebrantables: pobreza, castidad y obediencia. Youssef sabía por sus tíos ermitaños que la vida dentro del monasterio era una cruz dificil de llevar, pero era el camino que llevaba hasta Dios y respondió sinceramente al superior que nada anhelaba más que seguir a Dios; de esta manera aceptaba esa vida que metafóricamente implicaba una crucifixión, y eso hacía sentir al joven más cerca de Dios. 

En ese momento Youssef fue aceptado como postulante, era la etapa de prueba en la que no sólo los monjes observaban a los recién llegados para determinar si eran o no aptos para ese tipo de vida, era el periodo en que el mismo aspirante a novicio convivía con el resto de la comunidad, obedeciendo sus reglas y a sus superiores y participando en las actividades que realizaban. 

Youssef desde el principio fue obediente y solícito ante lo que le pedía el superior y demás monjes, pues sentía que en cada uno de ellos se encontraba a Dios y que en realidad era a éste a quien servía.

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