martes, 1 de marzo de 2016

Vida de San Charbel: Infancia



Vida de San Charbel 

Infancia 

A 1,600 metros de altitud se encuentra el poblado más elevado del Líbano: Biqa-Kafra, mismo que se ubica a 140 kilómetros de distancia de Beirut, la capital del país, y desde el cual se pueden admirar los hermosos e imponentes cedros que caracterizan a este país. 

El paisaje que rodea a este pequeño pueblo es fascinante en cualquier temporada, pues lo mismo se le puede ver en invierno cubierto totalmente de nieve que en verano encontrarlo envuelto en una enorme alfombra verde y colorida que permite observar las pintorescas casas de adobe que están en derredor de alguna de sus iglesias. Sí, sus iglesias que majestuosas se levantan en ese pueblo que siempre se ha caracterizado por su fervor religioso y su muy particular entrega y cariño a la Virgen María. Hoy en día, incluso, es muy común toparse con alguien que al tiempo que camina por las calles se concentra en rezar el rosario. 

Aquí, donde la mayoría de los habitantes son gente de campo, humilde y trabajadora, un 8 de mayo de 1828 nació el quinto hijo de Antoun Makhlouf y Brigitta Choudiac. Como buenos cristianos, ellos decidieron llevar a la iglesia de Nuestra Señora a bautizar a su hijo a los ocho días de nacido, a partir de entonces ese pequeño se llamaría: Youssef (José). 

El pequeño Youssef fue contagiado por la religiosidad de su familia, ya que su madre todos los días rezaba, hincada y con los brazos en cruz, al tiempo que en una olla se quemaba un poco de incienso; además de que ayunaba y diario asistiría a misa con su bebé en brazos y acompañada de sus hijos e hijas mayores. 

Aunado a esto, Youssef tenía dos tíos maternos que eran monjes de la Orden Libanesa Maronita: Augustin y Daniel al Choudiac que vivían en la ermita de San Antonio de Qouzhaya y de quienes el niño recibiría gran influencia con el paso del tiempo. 

Los primeros años de vida de Youssef transcurrieron en aparente tranquilidad hasta que al cumplir tres se desató una guerra en la que las tropas egipcias invadieron territorio libanés y los turcos comenzaron a engrosar sus filas para repeler a los invasores. Fue así como el padre de Youssef recibió una noche la visita de soldados turcos ordenándole que al siguiente día se presentara temprano, junto con su asno, pues se le había encomendado el servicio de llevar abastecimiento a las tropas. 

Antoun trató de convencer a los soldados de que su familia, conformada por sus cinco pequeños hijos y su mujer, quedaría en el desamparo; sin embargo, los soldados se dieron la media vuelta y se retiraron. 

Pasado un tiempo el padre de Youssef tomó el camino de regreso a casa, pero en el trayecto enfermó gravemente y murió. Brigitta, su mujer, esperó dos largos años durante los cuales se hizo cargo de la educación cristiana de sus hijos y de su sustento, hasta que se convenció de que sin duda había enviudado. 

Transcurrido este tiempo tomó la decisión de casarse nuevamente y para ello eligió a un hombre que además de estar entregado a la iglesia, adoptó el papel de padre para sus cinco hijos: Lahhoud Ibrahim, cuya máxima aspiración era convertirse en sacerdote, lo cual consiguió con el consentimiento de su mujer que en todo momento lo apoyó hasta que fue ordenado con el nombre de Dominique. 

Fue así como el ambiente religioso en que crecía Youssef se volvía cada vez más envolvente pues, aunada a la fe y entrega de su madre, ahora tenía en su propia familia un sacerdote a quien solícito acudía a ayudar durante los oficios que se celebraban en la iglesia, algo que su padrastro sin duda veía con buenos ojos. 

El niño comenzó a adoptar la costumbre de guardarse un poco del incienso que se quemaba durante las celebraciones en la iglesia para los momentos en que él podía alejarse a una cueva a orar. 

Además de ayudar en la iglesia, el pequeño acudía a la escuela, misma que dependía de la iglesia, y donde se enseñaba a escribir, leer, rezar y ayudar en la iglesia durante las misas. Asimismo aprendían arameo, la lengua de Jesús, pues es parte fundamental de las celebraciones de la Orden Maronita. En eso consistía todo el programa de las escuelas en aquella época. 

Sin embargo, los niños de ese pueblo también eran preparados para las labores de pastoreo y como obreros. Y Youssef se sentía afortunado al poder ayudar a su familia con el trabajo que le correspondía, además de que cada día, al sacar a pastar a sus animales, era una oportunidad de agradecer a Dios al ver los paisajes que tenía ante sus ojos, algo que para él era de una belleza infinita.

Eran esos momentos los que Youssef aprovechaba para meterse en una gruta que hacía tiempo había encontrado y en la que cada día acostumbraba rezar frente a una pequeña imagen de la Virgen María y quemar el incienso que tomaba de la iglesia. Ahí se sentía seguro y entregado a Dios y a la Virgen, ya que se encontraba lejos de las miradas y comentarios burlones de los otros chicos que lo llamaban "el Santo" al notar su fe desbordada. Otras veces solía meditar en una roca que le servía de mirador.

Durante todo ese tiempo Youssef siguió frecuentando a sus tíos monjes en el monasterio Saint Antoine de Quzhaya, el cual se encontraba alejado de Biqa-Kafra por el camino que cruza un lugar llamado Valle Santo, distancia que sin duda era larga para un niño como Youssef pero que él recorría con gran placer al saber que al otro extremo del camino compartiría las palabras y el ejemplo monacal caracterizado por la obediencia, la pobreza y la castidad con la que sus tíos vivían entregados a Dios. 



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