Vida de San Charbel
La partida del santo ermitaño
Así transcurrió cada día hasta el 16 de diciembre de 1898, cuando el helado ambiente penetraba por cada poro de la piel haciendo difícil hasta el más insignificante movimiento del cuerpo. ¡Cuán enorme debe haber sido el sacrificio de soportar esas bajas temperaturas para el ermitaño Charbel que tan sólo vestía un áspero y viejo hábito y llevaba a cuestas 70 años de edad!
Aunque eso no impidió que pese el cansancio y la inmolación que los años depositaron en su debilitado cuerpo, el padre Charbel oficiara su acostumbrada misa a las 11 de la mañana. Tiritando de frío, y quizá también de fiebre, llegó el momento de la Consagración, pero al tomar con dificultad la sagrada hostia se sintió estremecer. El padre Makarios que se encontraba presente se apresuró a ayudarlo. En cuanto se sintió repuesto, el padre Charbel continuó, pero al tomar el cáliz y la hostia se volvió a poner mal y su compañero Makarios se colocó la estola para continuar con la celebración, no sin antes asistir a Charbel que había quedado paralizado.
Ocho días de agonía son los que padeció el santo ermitaño. Ocho días durante los cuales no dejaron de atenderlo y de acompañarlo en su sufrimiento sus hermanos ermitaños. Ocho días en los que el único movimiento que pudo hacer fue con la boca, y fue con ella que rechazó tomar un caldo de carne que le acercaron para alimentarlo, ipor supuesto que no lo tomaría, durante años se había privado de ese alimento y no iba a ser ahora, justo cuando se acercaba el final, cuando faltara a su sacrificio! Fue justo, también con la boca, que continuó en unión con Dios y durante esos ocho días no cesó de repetir las palabras que con tanta entrega decía después de la Consagración, palabras con las que sin duda se sentía identificado.
Ocho últimos días en que el padre Makarios tuvo la fortuna de gozar de la presencia de su santo compañero, que tras abandonar este inundo dejó sumidos en la tristeza, además de Makarios que se desmayó por no soportar el dolor de la pérdida, al sacerdote secular de Ehmej Miguel Abi-Ramia y al hermano Jawwad que presenciaron la partida, y a toda la comunidad del monasterio así como a la gente de los pueblos aledaños que rápidamente se enteró de lo sucedido al correr la noticia como pólvora a pesar de la nieve que hacía intransitables las calles.
Ocho días que pusieron punto final a los 23 años que el padre Charbel vivió como ermitaño en ese lugar que muchos de sus hermanos consideraban inhóspito aún en condiciones menos austeras que las que experimentó aquél que ya consideraban santo.
Ocho días que concluyeron la noche del 24 de diciembre de 1898, fecha en que Charbel o Dios o ambos eligieron para reunirse; una fecha significativa para los católicos por celebrarse el nacimiento del Niño Jesús.
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