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domingo, 22 de junio de 2008

Beatificación de Santiago de Ghazir: Palabras del cardenal José Sariana Martins

CONGREGACIÓN PARA LAS CAUSAS DE LOS SANTOS

PALABRAS DEL CARDENAL JOSÉ SARIAVA MARTINS 
AL FINAL DE LA CEREMONIA DE BEATIFICACIÓN 
DE SANTIAGO DE GHAZIR FUNDADOR DE LAS HERMANAS
FRANCISCANAS DE LA CRUZ DE LÍBANO

Plaza de los Mártires, Beirut, Líbano
Domingo 22 de junio de 2008


La beatificación de Abuna Yaakub, juntamente con el recuerdo de los santos libaneses Charbel, Rafka y Hardini, evoca toda la verdad y la belleza de las palabras de Juan Pablo II: "La santidad es el camino real para los creyentes del tercer milenio" (Catequesis en la audiencia general del 16 de mayo de 2001: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de mayo de 2001, p. 20).

Las vidas de los santos libaneses, a las que se añade hoy la de este nuevo beato, nos presentan a hombres y mujeres que, obedeciendo al plan de Dios, afrontaron a veces pruebas y sufrimientos indescriptibles. Pero, como nos recordó el Papa Benedicto XVI: "Toda forma de santidad, aun siguiendo sendas diferentes, pasa siempre por el camino de la cruz, el camino de la renuncia a sí mismo" (Homilía en la solemnidad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de noviembre de 2006, p. 12).

De este modo se nos ofrece una clave de lectura para interpretar toda nuestra vida. La santidad no ignora y no evita la cruz, la renuncia, la entrega. El beato Abuna Yaakub creyó de verdad en ello; por eso, enseñaba: "No hay cielo sin cruz. Quien quiere el cielo sin sufrimiento, es como quien quiere comprar mercancías sin pagar".

Así pues, aprendamos hoy, una vez más, del testimonio del nuevo beato, que se nos presenta como ejemplo, que sólo con estas condiciones la santidad puede realmente llegar a ser nuestra aspiración común y realizar en el hombre el verdadero ideal de felicidad, tan frecuentemente malentendido y sustituido, en nuestro siglo, con ídolos cansados que no pueden menos de entristecer al hombre.

El Santo Padre Benedicto XVI nos enseña que los beatos y los santos nos muestran el camino para llegar a ser felices y nos dan a conocer una verdad importante: las personas realmente santas lo han sido precisamente porque "no han buscado obstinadamente su propia felicidad, sino que han querido simplemente entregarse, porque han sido alcanzados por la luz de Cristo" (Homilía en la vigilia de oración de la Jornada mundial de la juventud, 20 de agosto de 2005: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de agosto de 2005, p. 11).

Queridos hermanos y hermanas, hoy el beato Santiago de Ghazir nos sale al encuentro y nos confirma la validez de un mensaje que la Iglesia desde tiempo inmemorial ha consolidado y transmitido a las diversas generaciones que se han sucedido en los dos mil años de su historia: la única forma posible de felicidad es precisamente la santidad. Estamos invitados a captar este mensaje decisivo en la vida y en el rostro de los santos y de los beatos que, con su obra continua, contribuyen a formar el tesoro más verdadero y precioso "de la Iglesia y de todos los que buscan la verdad y la perfección evangélica" (Mensaje del Papa Benedicto XVI, 24 de abril de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de mayo de 2006, p. 6).

El don de un nuevo beato a la Iglesia libanesa es un signo de esperanza en las extraordinarias posibilidades de este amado país, que tiene profundas raíces bíblicas. Contemplando al beato Santiago, podemos descubrir, hacer crecer y madurar las semillas de santidad que hay en nosotros. Confrontarnos con él nos ayuda a comprender mejor que Dios no suele sufrir derrotas ante la fragilidad humana. Abuna Yaakub, que se añade a los santos y mártires del Valle Santo —san Charbel, santa Rafka, san Hardini— es para el Líbano y para los libaneses un signo admirable de reconciliación y de paz, de la paz que viene a la tierra a los hombres que Dios ama, como nos recuerda el evangelio del nacimiento de Cristo, así como una invitación a mirar la realidad con los ojos de la fe, a fin de tener en ellos la luz necesaria para superar las divisiones, para fortalecer el diálogo y la solidaridad, para promover el bien, para aliviar los sufrimientos, para llevar consuelo y esperanza para vivir, en el signo de la santidad, esta nueva era de serenidad y de paz.